La hora de la verdad. Ese fue el título que le habíamos dado en 2019 al año que se avecinaba. Es que si a finales del 2019 creíamos ver un cambio de época —en donde el 2020 aparecía como el momento en el tiempo en el que veríamos el primer impacto de la revolución que traería la 5G y la transformación digital—, el 2020 y la pandemia del covid-19 potenció aún más esta sensación de estar experimentando un momento de transición.

El 2020 fue, sin duda, un antes y un después. La pandemia del covid-19 trajo aparejado múltiples desafíos y cambios que marcarán la historia social, política y económica del mundo. Su impacto en los próximos años difícilmente pueda estimarse con certeza.

El covid-19 parece haber funcionado como una lupa, ampliando de la misma forma todo lo bueno y todo lo malo del mundo. En las telecomunicaciones, la pandemia demostró la importancia de estar conectados y la resiliencia de las redes de telecomunicaciones que supieron atender un crecimiento exponencial del tráfico hogareño sin mayores complicaciones. También puso foco en que todavía buena parte de la población mundial está desconectada o no accede a servicios asequibles —y esto cobra aún mayor importancia en la población infantil, que se vio imposibilitada de asistir a una educación presencial—.

En el ámbito de la regulación, la pandemia demostró que se puede ser capaz de actuar rápidamente y encontrar soluciones innovadoras en pos de un bien común. También, que la colaboración y el diálogo entre múltiples partes interesadas puede ser un buen mecanismo para encontrar soluciones comunes, que ayuden a potenciar la inversión y la inclusión digital. Sin embargo, también hemos visto como, luego de superada la crisis, ese diálogo parece empezar a mermar y vuelven los enfrentamientos al frente de la escena.

Del lado de los negocios, la colaboración parece empezar a tomar una nueva dimensión. A medida que los operadores empiezan a ver a los servicios corporativos B2B como el terreno donde recuperar la inversión que demandará la 5G, se ven obligados a hacer asociaciones con empresas de todo tipo para mejorar sus ofertas y propuestas al cliente. En 2020 hemos visto como empiezan a forjarse alianzas de co-creación de productos y soluciones, a medida que operadores empiezan a transformar sus redes —empezando por el cloud y IoT— para poder atender las necesidades del mundo empresarial. La colaboración con los jugadores de la nube, todavía tímida, también parece empezar a hacerse un lugar. Lo que está claro es que ninguna de las grandes BigTech espera quedarse fuera del negocio de las telecomunicaciones y todas a lo largo de los años ha lanzado alguna propuesta para sacar provecho de las capacidades de 5G, el cloud y el edge computing.

Los analistas afirman que el 2020 empujó entre tres y cuatro años la transformación digital. Las empresas que se mostraban reacias al cambio tecnológico se vieron obligadas a transformarse por la necesidad de adoptar masivamente el teletrabajo. Esto se derivó no solo en un incremento exponencial de las videollamadas y las herramientas de colaboración, sino en toda una nueva suite de herramientas que permitan a las empresas ser mucho más ágiles para operar. Esto tiene su espejo en el mercado de telecomunicaciones, que ya venía buscando formas de ser mucho más ágil en su operación, despliegue de red y creación de nuevos servicios. El 2020 terminó de impulsar una transformación hacia el cloud que vemos con un ecosistema mucho más robusto —y no solo por las nuevas propuestas de empresas como GoogleAmazon y Microsoft— sino también por un trabajo mucho más fuerte en el ámbito de organizaciones como Linux Networking, Cloud Native Computing Foundation (CNCF) e incluso la GSMA, entre otros.

Este año no hubo MWC2020, pero ya a principio de año se podía notar como OpenRAN aparecía como uno de los temas candentes. El tiempo nos dio la razón. Si bien las primeras implementaciones de 5G no parecen optar por OpenRAN, sí existe un consenso de que esta nueva arquitectura será la clave para tener una red mucho más ágil, flexible y eficiente.  

El año que viene no estará exento de desafíos. Si el 2019 demostró que los operadores debían repensar su modelo de negocio, la crisis económica y financiera de 2020 le ha puesto a esta meta un sentido de urgencia. Por eso, y ante una búsqueda de un nuevo modelo que seguramente llevará algún tiempo, se vuelven a oír a viva voz reclamos de una regulación que permita los operadores acometer las inversiones de 5G sin caer en un pozo económico. El precio de las acciones de las telecomunicaciones sigue presionado en las bolsas del mundo y las inversiones hoy se están yendo hacia negocios más rentables. La innovación y colaboración aparece como única alternativa para encontrar la forma de seguir desplegando redes, como en el caso de la fibra óptica.

El covid-10 ha puesto a las telecomunicaciones en el foco y el 2021 será un año de recomposición. En 2020 hemos visto concretarse movimientos que venían del 2019, como la concentración en Brasil o la venta de algunas filiales de Telefónica en América Latina, y seguramente veremos todavía más acciones defensivas por parte de los operadores. Telefónica tiene puesto el cartel de venta, al igual que DirecTV Latinoamérica. Sin embargo, la búsqueda de un comprador que ofrezca el precio justo se está volviendo un desafío.

En 2021 deberíamos ver nuevos movimientos en el marco de una reconfiguración de la industria hacia un nuevo operador, más ágil y enfocado en negocios más allá del core. Las cifras de GSMA hoy muestran que, en general, los grandes operadores generan un promedio del 20 por ciento de sus ingresos por fuera de los servicios básicos de conectividad. Para triunfar en la economía digital la cifra deberá ampliarse. La pandemia del covid-19 puede haber sido la oportunidad para generar los cambios necesarios y arrancar la nueva era con una nueva mentalidad. De no tomar ese paso, se habrá despreciado la oportunidad.